Cirugía Plástica

Procedimientos

Reseña Histórica

Una de las principales preocupaciones del ser humano fue, es y será, la apariencia que tiene ante sus semejantes. Esta inquietud fue quizá la que generó repercusiones que influyeron en el desarrollo de las diferentes disciplinas culturales relacionadas con la imagen y la iconografía. Tal vez, la publicación más antigua conocida hasta hoy sea el papiro de Ebers, datado en el 3.500 A.de C., que describe fórmulas cosméticas y algunos trasplantes hísticos.
Los egipcios, tan adelantados para su época, expusieron también sus descubrimientos médicos en el papiro de Edwin Smith (2.200 a. de J.C.), en el que describían intervenciones quirúrgicas y el tratamiento de lesiones traumáticas y fracturas faciales. Por otro lado, en la civilización hindú, en el Rig-Veda (1.500 a.de J.C.) y en el Atharva-Veda se informa acerca de reconstrucciones de narices con parte de la mejilla o la frente. Allí mismo, la ley empleaba el castigo de distintos faltas mediante la amputación nasal. La cirugía a castas menores era denigrante y por eso, los koomas o alfareros eran los que seguían los principios quirúrgicos de Susruta (750 a. de J.C.), texto básico de la cirugía de la civilización hindú.
Además de los hallazgos descriptos, no se conocen pruebas que describan la evolución médica de los períodos posteriores hasta la aparición de Celsus (25 a. de J.C. - 50 d. de J.C.), quien recopiló las traducciones y los hallazgos hindúes, árabes y egipcios a los griegos y luego a los latinos, al publicar su libro "De Re Medica", donde detalla colgajos y plástias, lo que hace pensar que Celsus fue un verdadero pionero de esta disciplina.
En muchas obras de Galeno se hace mención a disecciones anatómicas de la mano y de cerdos. Se interesó principalmente en la medicina, pero se ocupó también de las cirugías reparadoras de la cara, la nariz y las orejas tratándolas con colgajos de otras partes del rostro.
El texto que relató por primera vez una operación de ginecomastia fue el de Paul de Egina (625-690 a. de J.C.).
La medicina árabe progresó hasta los años 750-850, cuando el Corán prohibió la heridas sangrantes provocada; continuaron la cauterización y las suturas. Luego, Abenzoor describió la traqueostomía. Entre los árabes se destacaron Averroes y Avicena por impulsar la medicina y la cirugía. Si bien no trascendieron datos de la época; alcanza con mencionar que al emperador Justiniano II (700 d. de J.C.) se le reconstruyó totalmente la nariz con buen éxito utilizando un colgajo frontal, como muestra de su avance científico.
Ya en la Edad Media, los principios quirúrgicos tuvieron algunas modificaciones aunque fue en 1414, en Bolonia, que Hugo de Locca cautivó a sus pares con los principios de cicatrización. Más tarde su hijo Teodorico, promocionó la higiene meticulosa de las heridas y usó la antisepcia de las compresas humedecidas en vino, opuesta a los principios de Galeno, que decía que el pus era señal de una buena cicatrización de las heridas.
“Más cirujanos saben cómo causar supuración que cómo curar heridas” dijo Henry de Mondeville. Guy de Chauliac recomendó la sutura de heridas con puntos distanciados y tratar las fracturas nasales con reducción y taponamiento con trozos de algodón.
En el inicio del Renacimiento, la sífilis y la lepra eran moneda corriente y con ellas evolucionaron las técnicas quirúrgicas reconstructivas para reparar sus secuelas faciales.
La familia Branca fue considerada como renovadora de la cirugía hindú. Introdujeron el método italiano, que buscaba evitar las cicatrices de la frente que dejaba el método hindú, utilizando tejidos del brazo del paciente.
Sin embargo, el verdadero propulsor de esta disciplina fue el profesor Gasparo Tagliacozzi, de Bolonia, autor de "De Curtorum chirugia per incitionem", publicado en Venecia en 1597. Se lo llama el segundo padre de la cirugía plástica, detrás de Celsus, por lo abarcativo de su estudio acerca de los procedimientos, los mismos que la Iglesia consideró que interferían con la ley divina. Por ellos fue perseguido y muerto por la Inquisición italiana. Empero Tagliacozzi nunca nombró a Leonardo Fioravanti, quien, para muchos fue su inspiración.
A raíz de haberse utilizado armas de fuego en las guerras, en el Renacimiento como en el siglo XVI existieron múltiples heridas que comenzaron a tratarse en forma cuasi empírica, hasta que Ambroise Paré (1510-1590), demostró que su gravedad estaba marcada por la intensidad y laceración, y no por la quemadura y envenenamiento. Estudió también las deformaciones congénitas y bautizó la hendidura labialcon el nombre de labio leporino, corrigiéndolo mediante un punto en ocho horizontal.
Tras la mencionada evolución, se da un período de quietud en la cirugía plástica hasta los siglos XVI y XVII, cuando se produjeron el desarrollo de las ciencias y de las artes, el momento de la imprenta, el intercambio de conocimientos entre las distintas escuelas y los enfrentamientos bélicos de la época, que propiciaron el progreso de la medicina. Un tal Larrey organizó las primeras ambulancias en los campos de batalla y describió su famosa contractura, al mismo tiempo que Marjolin hizo referencia a la malignización de las cicatrices. Tiempo después, en 1856, Denonvilliers, narró el procedimiento de la primera zeta plastia. De allí en más, en Alemania surgiría la integración real de esta especialidad con las rinoplastias de Von Graeffe que por primera vez alude al término cirugía plástica. En 1814, Carpue ya efectuaba rinoplastias en Inglaterra.
En 1840, en EEUU, Warren practicó el primer injerto total de piel, Hamilton realizó los primeros colgajos cruzados de pierna y Multer trasplantó un colgajo de región deltoidea para corregir una retracción cervical. Comienza la Guerra Civil americana y durante la misma, Dean trata las fracturas mandibulares exitosamente.
Lister y su argumentación acerca de la asepsia y antisépsia, sumados a los de Pasteur, dieron lugar a una nueva etapa de la cirugía, la de la anestesia general cuyos frutos se cosecharon tras la II Guerra Mundial.